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ARS: PARROQUIA VIRTUAL

Buen dia

Martes XIX de Tiempo Ordinario

MARTES DE LA XIX SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO, feria o SANTOS PONCIANO, papa, e HIPÓLITO, presbítero, mártires, memoria libre

Misa de la feria (verde) o de la memoria (rojo).

 

Leccionario: Vol. III-impar.

  • Dt 31, 1-8. Sé fuerte, Josué, y valiente: tú has de introducir al pueblo en la tierra.
  • Salmo Dt 32, 3-12. La porción del Señor fue su pueblo.
  • Mt 18, 1-5. 10. 12-14. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños.

Domingo

Domingo

Vivir atentos

      Puede parecer una tontería pero lo único que tenemos es el tiempo. O, mejor dicho, el presente. Es lo único de que disponemos: este momento actual que estamos viviendo. Es decir, la vida es nuestro mayor tesoro. Por eso hay que aprovecharla. Minuto a minuto. Para disfrutarla, para gozarla, para que no se nos escape nada de lo que en ella nos sucede y hacemos que nos suceda. 

      Es exactamente lo que nos dice Jesús en el Evangelio. No podemos vivir dormidos, distraídos. Hay que vivir en vela porque en cualquier momento llega el Señor, está llegando, y se nos puede pasar la mejor oportunidad de nuestra vida. Jesús pone el ejemplo de los criados que esperan la llegada de su amo. Nosotros podríamos poner el ejemplo del joven que tiene que estar atento porque en cualquier momento puede pasar a su lado el amor de su vida y se lo puede perder. 

      ¿Qué es eso que nos podemos perder y que no deberíamos perder de ningún modo? ¿A qué se refiere Jesús cuando nos pide que estemos atentos? La respuesta está en la fraternidad. Me contaron de un joven, hijo de familia rica en un país pobre, que durante años no tuvo la más mínima conciencia de la pobreza en que vivían muchas personas de su alrededor. Se movía siempre en ambientes de lujo y, cuando salía de casa, lo hacía siempre en el coche de su padre o de los padres de sus amigos que tenían siempre los cristales bien tintados. Oficialmente era para que no entrase el sol pero también hacía más difícil ver el exterior. Sus hermanos que sufrían se convertían apenas en sombras sin consistencia. Hasta que un día bajó del coche y vio la realidad. Se dio cuenta de que eran personas como él. Entonces, su vida tranquila se vio envuelta en una tormenta. Ya no pudo seguir viviendo de la misma manera. A eso es a lo que Jesús quiere que estemos atentos: a los hermanos y hermanas. 

      El tipo de atención que nos pide Jesús no es la que tiene el hombre de negocios para ganar dinero. Jesús quiere que estemos atentos a los hermanos y hermanas. Vivir de una forma que valga la pena sólo tiene un significado para Jesús: construir la familia de Dios. Sólo así encontraremos la verdadera felicidad. Esa es la fe de que nos habla la segunda lectura. Creer en Jesús es creer que Él está en medio de nosotros construyendo su Reino, haciéndonos hermanos. En la medida en que somos capaces de ver en los que nos rodean el rostro de un hermano, nuestro corazón será capaz de amar. Y amar es vivir. Y crear fraternidad. Ése es el tipo de vida que Jesús quiere para nosotros. Ése es el tipo de vida para el que vale la pena estar atento. Lo demás, todo lo demás, es perder el tiempo. Y perder la vida. 

 

Para la reflexión

      ¿Qué hago con mi tiempo? ¿Cómo lo aprovecho? ¿Me esfuerzo para vivir desde la fe todas las horas de mi vida? ¿Soy capaz de mirar con ojos de fe a los que viven conmigo, a los que me encuentro por la calle, en el trabajo, en la escuela? ¿Son hermanos lo que veo o son enemigos que me amenazan y de los que me tengo que defender?

Fernando Torres, cmf

Edith Stein

Edith Stein

Entre las santas nuevas del santoral tenemos hoy a santa Teresa Benedicta de la Cruz, conocida en el mundo con el nombre de Edith Stein, canonizada el 11 de octubre de 1998. De origen judío pasó por una etapa de indiferencia religiosa en su vida, mientras fue la discípula predilecta de Husserl, creador de la fenomenología. Después de muchos combates, de dudas y perplejidades leyó a santa Teresa de Jesús, que le hizo exclamar: ¡Aquí está la verdad! Se bautizó a los 30 años siendo ya escritora de reconocida fama. Hechizada por Santa Teresa entró en el Carmelo hasta que, deportada por los nazis por ser judía y religiosa católica, fue condenada a la cámara de gas letal, en un campo de concentración destinado al exterminio del pueblo judío, en Auschwitz (Polonia) el año 1942. Juan Pablo II la declaró patrona de Europa en 1999.

Hoy... Domingo de Guzmán

Hoy... Domingo de Guzmán

Mi mejor tesoro eres Tú

Porque sé de quién me he fiado mi alma está tranquila,
vivo sin miedos ni preocupaciones y estoy sosegado y feliz.

Porque todo lo que me ocurre, me sucede contigo,
vivo contento y sin ansiedades, 
sabiendo que tengo la mejor compañía.

Porque la fe atraviesa montañas, 
sé que contigo, Señor, todo lo puedo. 
Tú me vuelves fuerte, atrevido, osado, capaz y creativo.

Porque me confortas,
me rescatas de los lamentos y quejas, 
me pones en contacto con mis recursos 
y me haces grande en mi debilidad.

Porque sin Ti nada puedo hacer, y me siento como un niño,
en brazos de su padre, seguro y confiado,
vivo bien, puedo todo y soy valioso.

Porque vivir contigo es la mejor lotería, 
y el que te encuentra tiene un tesoro, 
el vivir en seguridad, en fraternidad, 
en confianza y fortaleza.

Porque saber que tras la muerte eres tú quien me espera,
me hace encontrar sentido a todo
y vivir tranquilo el presente y el futuro.

Tú eres, Señor, mi mejor tesoro, lo grito a todos los vientos. 
Porque Tú eres mi pastor
y nada me puede faltar.

Mari Patxi Ayerra

Buen dia...

Buen dia...

El Evangelio de hoy nos narra el encuentro de una mujer cananea con Jesús en la región de Tiro y Sidón; es decir, fuera de los límites de Israel. La mujer le pide ayuda para curar a su hija endemoniada. Jesús no le responde porque considera que Dios lo ha enviado “sólo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. La insistencia de la mujer es tan fuerte que “obliga” a Jesús a ensanchar su campo, a comprender que el amor del Padre no tiene límites.

Más que la fe de la mujer, en la que solemos insistir a menudo, lo que me sorprende es la apertura de Jesús, su audacia para ir más allá de lo que considera razonable, su capacidad para creer en un “Dios mayor” y escuchar su voz a través de los gritos de sus criaturas más necesitadas.

Hoy nos encontramos en una situación cultural en la que la fe se ve retada a superar sus límites tradicionales, a entrar en otros campos, a responder a muchos gritos que no encuentran respuesta. El verdadero pastor es el que sabe escuchar los gritos de su pueblo. ¿Cómo podemos hoy seguir rompiendo barreras? ¿Cómo evitar que la fe se convierta en algo cada vez más irrelevante, reservado a los de siempre? ¿No estaremos desoyendo los gritos de las muchas personas que quieren tocar a Jesús y sentirse queridas por él?

Un día mas... saludos (#transfiguracion)

Un día mas... saludos (#transfiguracion)

La Transfiguración del Señor fue un acontecimiento que tuvo testigos como Pedro, Santiago y Juan: un acontecimiento localizable, que se sitúa en lo alto de una montaña, pero de carácter místico, como esas experiencias inefables que sólo pueden expresarse en un lenguaje figurado: su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

Pedro, uno de los testigos de aquel acontecimiento, nos habla de él como si se tratara de una teofanía, como de ese momento en que Jesús les mostró su grandeza o se puso de manifiesto la gloria de Dios, que se hacía presente en Cristo Jesús, aquel hombre a quien ellos tenían por maestro, profeta, enviado de Dios. Y con el resplandor de la gloria, la voz autorizada de lo Alto que le proclama el Hijo: Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle. Dios le señalaba ante los testigos escogidos como su Hijo amado, no sólo con la palabra, sino también con el resplandor de su gloria. Así lo entendió Pedro. Por eso puede hablar del poder de Jesús y anunciar su última venida, porque ha sido testigo ocular de su grandeza. No se apoya, pues, en fantasías o conjeturas, en ilusiones nacidas de su deseo de inmortalidad, sino en una experiencia ocular y auditiva, en algo que él vio y oyó estando con Jesús y otros dos compañeros en la montaña sagrada.

San Lucas se atreve a describir esta experiencia con palabras similares a las empleadas por algunos profetas del Antiguo Testamento en sus visiones. Habla de un cambio de figura o de aspecto en Jesús ante los ojos asombrados y temerosos de los discípulos que le acompañan; de la aparición de dos personajes, Moisés y Elías, que representan la Ley y la profecía y aglutinan la Antigua Alianza; se permite incluso aludir al gozo experimentado por los testigos del suceso, recordando la exclamación jubilosa de Pedro: Maestro, ¡qué hermoso es estar aquí! Haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Y finalmente, la voz: esa voz que sale de la nube (lugar de la presencia de Dios) como de una boca oculta y misteriosa y que delata al Transfigurado como su Hijo predilecto que, por lo mismo, debe ser escuchado. Para Pedro, aquella voz (y visión) significó la confirmación de la palabra de los profetas, esa palabra con la que él podía estar familiarizado. Jesús era realmente el enviado de Dios, más aún, su Hijo amado, su único Hijo. Por eso, debe ser escuchado, porque habla de parte del Padre. El imperativo de estar a su escucha brota de su condición de Hijo. ¿Qué otra persona puede merecer mayor atención que la venida de parte de Dios para comunicarnos su mensaje, su voluntad?

Cesada la visión, acabada la experiencia, bajaron de la montaña. Y Jesús les manda no contar a nadie lo que han visto y oído hasta que resucite de entre los muertos. Al parecer, aquellos testigos respetaron esta consigna; y sólo tras la resurrección de Jesús dieron a conocer al mundo su experiencia. Ya no había motivos para mantenerla oculta. Aquello había sido un anticipo de la misma resurrección: como en la Transfiguración también aquí se había producido la transformación de un cuerpo terreno y mortal en cuerpo glorioso, pero a diferencia de aquel cambio momentáneo de figura, aquí se había dado una transformación permanente y definitiva.

Pero no debemos alterar el orden de las cosas. La transfiguración es el marco en el que acontece la voz imperiosa salida del cielo: escuchadlo. En él hemos de fijar nuestra mirada, ante todo para escucharlo. Esto es lo que realmente importa. Sólo prestándole atención como a lámpara que brilla en lugar oscuro podremos dejarnos transformar (=transfigurar), empezando por la mente, capaz de captar el significado de las palabras, pasando por los sentimientos, que tanto contribuyen a modelar la personalidad de una persona, y acabando por el cuerpo que la muerte reduce a materia en descomposición, pero la resurrección transforma en soma glorioso.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID

Hoy es el día del Cura de ARS...

Hoy es el día del Cura de ARS...

Es como nuestra patronal... nos felicitas?

4 agosto... un domingo más...

4 agosto... un domingo más...

Ser ricos ante Dios

      Hay quien piensa que “buscar las cosas de arriba”, como dice san Pablo en la segunda lectura, consiste en pasarse todo el día en la Iglesia, encendiendo velas a todos los santos, rezando novenas y rosarios y arrodillado delante del Santísimo. Todo eso es bueno, pero no viene a ser más que el entrenamiento. Como los deportistas se entrenan para ganar la carrera, nosotros tenemos que entrenarnos también para ganar. ¿Cuál es nuestra carrera? Pues la vida diaria, la vida en familia, la vida en el trabajo. Ahí es donde tenemos que “buscar las cosas de arriba”.

      Esas “cosas de arriba” son muy importantes. Son las únicas que nos llevaremos cuando nos vayamos de este mundo. Lo demás es lastre inútil. El Evangelio nos lo deja muy claro. Podemos acumular todas las riquezas que podamos imaginar. Todo será inútil porque lo único que vale la pena es “ser rico ante Dios”. Todo lo demás es “vanidad de vanidades”, como dice la primera lectura. Es decir, que tenemos que “buscar las cosas de arriba” y “ser ricos ante Dios” y lo demás no interesa. Ahí tenemos definido un buen objetivo para nuestra vida. Hay personas que se preocupan de ser famosas, de hacer una buena carrera o de acumular mucho dinero. Pero nosotros, los cristianos, tenemos otro objetivo: “buscar las cosas de arriba” y “ser ricos ante Dios”. 

      Pero, ¿en qué consiste ese “buscar las cosas de arriba” y “ser ricos ante Dios”? Por lo pronto, tenemos ya una respuesta negativa. No consiste en entregarnos a todas esas inmoralidades de que habla la segunda lectura. Mejor olvidarnos de la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia, la avaricia. Todo eso no tiene nada que ver con “buscar las cosas de arriba”. El Evangelio remacha la idea de que la codicia, vivir sólo tratando de acumular dinero, no vale para nada. Ya sabemos, entonces, lo que no tenemos que hacer. 

      Pero, ¿qué debemos hacer para “ser ricos ante Dios”? De nuevo la respuesta nos viene de la segunda lectura y del Evangelio. De acuerdo con Pablo, nos tenemos que revestir de la nueva condición del cristiano. Ahí no hay diferencias entre las personas: todos somos hermanos y hermanas. Ahora sabemos que “buscar las cosas de arriba” es buscar la fraternidad y vivirla en el día a día. Somos hermanos y hermanas y Cristo es el hermano mayor que nos convoca a vivir en familia. Por eso decía al principio que lo que hagamos en la Iglesia es sólo un entrenamiento. El amor fraterno hay que vivirlo en la familia, en la calle, en el trabajo. Ahí es donde se hace la fraternidad, donde conseguimos las “cosas de arriba” y nos hacemos “ricos ante Dios”.

 

Para la reflexión

      ¿Cuáles son los objetivos de mi vida? ¿Trato de no hacer esas cosas que van en contra de “buscar las cosas de arriba? ¿De qué forma procuro vivir el amor fraterno con mi familia, con mis amigos, en el trabajo? Cuando voy a la Iglesia, ¿le pido a Dios que me ayude a ser más hermano o hermana de mis hermanos?

Fernando Torres, cmf

2 agosto

2 agosto

Entre los santos de hoy dedicamos especial recuerdo a Eusebio de Vercelli, apóstol en la vida política y literaria, padre de la Iglesia y maestro de la fe para muchas generaciones, luchador contra la herejía arriana, defensor de la libertad de la Iglesia, hombre de oración y amigo fiel de Dios.

El mismo afecto nos mueve hacia la Beata Juana de Aza, madre de Santo Domingo, de un beato también, Manés, cuya fiesta se celebra el 18 de agosto y de un Venerable, Antonio de Guzmán. La hermana de Santo Domingo fue enterrada primeramente en Caleruega y desde el principio ha sido muy querida de sus paisanos los burgaleses. Destacados a otro beato Pedro Fabro, nacido al pie de los Alpes y compañero entre los primeros con San Francisco Javier de San Ignacio de Loyola.

La familia franciscana celebra a Nuestra Sra. de los Ángeles en el día de la dedicación de su basílica en Asís con motivo del aniversario de la Orden. A la vez celebran también el día del perdón o indulgencia de la Porciúncula, que han extendido por todo el mundo. Con este título la tienen por patrona en Costa Rica donde la llaman cariñosamente «La Negrita», por el color de su imagen. Que ella les bendiga hoy a los hombres de esta tierra tan bella.

Rezan por nosotros en el cielo los santos Auspicio, Betario, Esteban I Papa, Alfreda, Centolla mártir burgalesa, Gaudencio de Évora, Máximo obispo de Padua, el español Pedro de Osma obispo de esta ciudad, Pedro Julián Eymard marista, muy devoto de la Eucaristía, fundador de dos Congregación dedicadas al culto eucarístico, canonizado el 9 de diciembre de 1962 durante el pontificado de Pablo VI, Rutilio mártir, Sativola virgen y mártir, Sereno obispo, Teodota y sus tres hijos mártires de Nicea y Tomás de Dover benedictino. Los jesuitas recuerdan hoy a San Pedro Fabro.

Descuella entre los beatos Ceferino Jiménez, de etnia gitana, hombre de gran caridad y de paz entre sus gentes, encarcelado y fusilado en 1936, en Barbastro, por defender a un sacerdote también asesinado. Su fiesta y beatificación se celebra el 4 de mayo. En la misma persecución fue mártir el dominico Francisco Calvo Burillo. Por último, cierra el santoral de hoy con el beato Gundercaro obispo alemán. La diócesis de Calahorra-La Calzada y Logroño al beato Leoncio Pérez Ramos, mártir.

 

Álvaro Maestro Jesús

Ignacio de Loyola

Hoy celebra la Iglesia la fiesta del hombre más grande de los vascos. Comenzó hablando con los hombres y con Dios en euskera y heredó de su pueblo la lealtad, el sentido del honor, la parquedad en las palabras, el realismo, el esfuerzo perseverante y la fe cristiana. En su  grandeza personal y en la fe cristiana aprendió a ser hombre universal, libre de mezquindades y pasiones. Me refiero a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.

En la corte conoció el mundo, por cuyas grandezas suspiraba, en Pamplona aprendió a servir a mejor Señor, en la cueva de Manresa habló con Dios y encontró el rumbo definitivo de su vida. Ardiendo en amor a Dios y a la Iglesia quiso peregrinar a Jerusalén, reclutó sus primeros compañeros en la Sorbona de París y fundó en Roma la Compañía de Jesús para mejor servir a la Iglesia. Su lema fue «en todo amar y servir», amar a todos y servir al rey eterno y a su Iglesia. Sus seguidores, comúnmente llamaos por el pueblo cristiano jesuitas, llevan cuatro siglos «sintiendo con la Iglesia«, como quería San Ignacio. Que desde el cielo les dispense generosa protección.

Pidamos hoy a Dios por intercesión de San Ignacio, por este vasco universal, que conceda a su tierra vascongada la visión que él tuvo del mundo.

31 julio

31 julio

Comentario al evangelio – 31 de julio

No, el reino de Dios, las cosas de Dios, no son cantidades despreciables. Ni son como materia desdeñable, bisutería, baratijas. Son lo más valioso. Ningún precio es demasiado alto para obtenerlas, hay que venderlo todo. Recordamos el proverbio: «Quien quiere comprar a Dios y se guarda el último céntimo, es un tonto, porque a Dios solo se le compra con el último céntimo».

A esto se lo llama “el principio del todo” (G. Lohfink) o la norma de la totalidad. Los santos lo han vivido. Basta espigar unos pocos ejemplos: «mi Dios y mi todo» (San Francisco de Asís, y lema de los franciscanos); «ámalo totalmente» (Clara de Asís); «tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer; vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta» (Ignacio de Loyola, cuya memoria celebrábamos ayer); «Ya toda me entregué y di / y de tal suerte he trocado / que mi Amado es para mí / y yo soy para mi amado» (Teresa de Ávila); «A Dios toda la gloria, al prójimo toda la alegría, a mí todos los sacrificios» (María Bertila Boscardin).

¿Estamos dispuestos a vivir la economía del todo? ¿Nos asusta ese principio?

Un día màs... (Alforjas de Pastoral)

Un día màs... (Alforjas de Pastoral)

 

Comentario al evangelio – 29 de julio

Santa Marta se ha convertido en una santa todavía más popular de lo que ya era, gracias a la residencia abierta en tiempos de san Juan Pablo II en el territorio vaticano, y en la que, además, el Papa Francisco, renunciando a sus apartamentos en el Palacio vaticano, se estableció llí para vivir menos aislado, más en comunidad. Santa Marta, que representa en los Evangelios la acogida amistosa de Cristo, quiere simbolizar hoy en día una renovación de la Iglesia, en la línea de una vida más simple y austera.

Todos conocemos la suave reconvención que Cristo dirigió a Marta cuando ésta exigía que su hermana María, embelesada por la Palabra del Maestro, le ayudara en sus tareas cotidianas. Y es que se puede acoger a Cristo materialmente (declarándose cristiano, frecuentando la Iglesia y trabajando con diligencia en ella), pero sin que eso suponga una actitud de verdadera escucha y acogida de su palabra, que significa acogerle con el corazón. Todos comprendemos que si alguien nos invita a su casa, y se pasa el tiempo haciendo cosas para que estemos a gusto, pero no nos dedica ni un minuto de tiempo, ni se sienta a conversar con nosotros, todas las otras ocupaciones resultan inútiles, incluso molestas. Acoger materialmente (declararse cristiano, frecuentar la Iglesia y trabajar en ella) es importante, pero para que todo eso dé frutos de verdadera vida cristiana es preciso saber pararse, perder el tiempo, orar, contemplar y escuchar la Palabra del que ha venido a nuestra casa a estar con nosotros.

Marta es hermana de María: la acción y la contemplación no son enemigas, sino hermanas de una misma familia, la que está basada en el amor de Dios, del que nos habla Juan en la primera lectura. Y aunque en ocasiones salten chispas entre ellas, Jesús nos enseña que hay que aprender a armonizarlas y establecer prioridades. Marta aprendió bien la lección. En el Evangelio de hoy es ella la que le dirige un suave reproche a Jesús. Es el que todos le hacemos a Dios cuando perdemos a un ser querido, sobre todo si creemos que todavía no había llegado su hora. El reproche de Marta está, sin embargo, impregnado de confianza. Y es en el precioso diálogo con Jesús donde comprendemos hasta qué punto Marta, sin dejar su talante activo (es ella la que se adelanta a acercarse a Jesús), ha aprendido la lección de la acogida con el corazón, que no es una acogida meramente sentimental, sino en fe. Marta confiesa que el amigo que les ama y al que aman es además el Mesías, que no sólo retrasa la muerte inevitable unos cuantos años, sino que la ha vencido definitivamente, porque Él mismo ha entregado su vida por amor para librarnos definitivamente del pecado y de la muerte.

Domingo XVIITO

Domingo XVIITO

XVII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Misa del Domingo (verde)

 

Hoy es 28 de julio, Domingo XVII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 11, 1-13):

Un día que Jesús estaba en oración, en cierto lugar, cuando hubo terminado, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan lo enseñó a sus discípulos». Les dijo: «Cuando oréis, decid: ‘Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día el pan que necesitamos. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos todos los que nos han ofendido. Y no nos expongas a la tentación’».

 

También les dijo Jesús: «Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo, y que a medianoche va a su casa y le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque otro amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa y no tengo nada que ofrecerle’. Sin duda, aquel le contestará desde dentro: ‘¡No me molestes! La puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada’. Pues bien, os digo que aunque no se levante a dárselo por ser su amigo, se levantará por serle importuno y le dará cuanto necesite. Por esto os digo: Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra y al que llama a la puerta, se le abre. ¿Acaso algún padre entre vosotros sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado? ¿O de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!».

Hoy, Jesús en oración nos enseña a orar. Fijémonos bien en lo que su actitud nos enseña. Jesucristo experimenta en muchas ocasiones la necesidad de encontrarse cara a cara con su Padre. Lucas, en su Evangelio, insiste sobre este punto.

¿De qué hablaban aquel día? No lo sabemos. En cambio, en otra ocasión, nos ha llegado un fragmento de la conversación entre su Padre y Él. En el momento en que fue bautizado en el Jordán, cuando estaba orando, «y vino una voz del cielo: ‘Tú eres mi hijo; mi amado, en quien he puesto mi complacencia’» (Lc 3,22). Es el paréntesis de un diálogo tiernamente afectuoso.

Cuando, en el Evangelio de hoy, uno de los discípulos, al observar su recogimiento, le ruega que les enseñe a hablar con Dios, Jesús responde: «Cuando oréis, decid: ‘Padre, santificado sea tu nombre…’» (Lc 11,2). La oración consiste en una conversación filial con ese Padre que nos ama con locura. ¿No definía Teresa de Ávila la oración como “una íntima relación de amistad”: «estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama»?

Benedicto XVI encuentra «significativo que Lucas sitúe el Padrenuestro en el contexto de la oración personal del mismo Jesús. De esta forma, Él nos hace participar de su oración; nos conduce al interior del diálogo íntimo del amor trinitario; por decirlo así, levanta nuestras miserias humanas hasta el corazón de Dios».

Es significativo que, en el lenguaje corriente, la oración que Jesucristo nos ha enseñado se resuma en estas dos únicas palabras: «Padre Nuestro». La oración cristiana es eminentemente filial.

La liturgia católica pone esta oración en nuestros labios en el momento en que nos preparamos para recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Las siete peticiones que comporta y el orden en el que están formuladas nos dan una idea de la conducta que hemos de mantener cuando recibamos la Comunión Eucarística.

Abbé Jean GOTTIGNY


Un nuevo domingo

Un nuevo domingo

El domingo pasado, el evangelio nos animaba a escuchar a Jesús, como María. Hoy nos anima a hablarle a Dios. Ante una persona importante es fácil quedarse sin palabras, no saber qué decir. Mucho más ante Dios. Quizá por eso, los discípulos no rezan. Pero les suscita curiosidad ver a Jesús rezando. ¿Qué dice? ¿Por qué no les enseña a hablarle a Dios? Este será el tema del evangelio. La primera lectura ofrece un tipo de oración muy curioso: la intercesión a través del regateo.

Reflexionar... (de Alforjas de pastoral)

Reflexionar... (de Alforjas de pastoral)

Tres llamadas de Jesús

«Yo os digo: Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá». Es fácil que Jesús haya pronunciado estas palabras cuando se movía por las aldeas de Galilea pidiendo algo de comer, buscando acogida y llamando a la puerta de los vecinos. Él sabía aprovechar las experiencias más sencillas de la vida para despertar la confianza de sus seguidores en el Padre Bueno de todos.

Curiosamente, en ningún momento se nos dice qué hemos de pedir o buscar ni a qué puerta hemos de llamar. Lo importante para Jesús es la actitud. Ante el Padre hemos de vivir como pobres que piden lo que necesitan para vivir, como perdidos que buscan el camino que no conocen bien, como desvalidos que llaman a la puerta de Dios.

Las tres llamadas de Jesús nos invitan a despertar la confianza en el Padre, pero lo hacen con matices diferentes. «Pedir» es la actitud propia del pobre. A Dios hemos de pedir lo que no nos podemos dar a nosotros mismos: el aliento de la vida, el perdón, la paz interior, la salvación. «Buscar» no es solo pedir. Es, además, dar pasos para conseguir lo que no está a nuestro alcance. Así hemos de buscar ante todo el reino de Dios y su justicia: un mundo más humano y digno para todos. «Llamar» es dar golpes a la puerta, insistir, gritar a Dios cuando lo sentimos lejos.

La confianza de Jesús en el Padre es absoluta. Quiere que sus seguidores no lo olviden nunca: el que pide, está recibiendo; el que busca está encontrando y al que llama, se le abre. Jesús no dice qué reciben concretamente los que están pidiendo, qué encuentran lo que andan buscando o qué alcanzan los que gritan. Su promesa es otra: a quienes confían en él Dios se les da; quienes acuden a él reciben «cosas buenas».

Jesús no da explicaciones complicadas. Pone tres ejemplos que pueden entender los padres y las madres de todos los tiempos. ¿Qué padre o qué madre, cuando el hijo le pide una hogaza de pan, le da una piedra de forma redonda como las que pueden ver por los caminos? ¿O, si le pide un pez, le dará una de esas culebras de agua que a veces aparecen en las redes de pesca? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión apelotonado de los que se ven por la orilla del lago?

Los padres no se burlan de sus hijos. No los engañan ni les dan algo que pueda hacerles daño sino «cosas buenas». Jesús saca rápidamente la conclusión. «Cuánto más vuestro Padre del cielo dará su Espíritu a los que se lo pidan». Para Jesús, lo mejor que podemos pedir y recibir de Dios es su Aliento, su Espíritu, su Amor que sostiene y salva nuestra vida.

 

José Antonio Pagola

Para pensar en sábado

Para pensar en sábado

¡A TIEMPO Y A DESTIEMPO!

Elevaré mis ojos hacia el cielo
buscando, lo que en la tierra, los sentidos
no me dejan ver o percibir con claridad:
tu presencia, Señor.
Levantaré mis manos hacia Ti
porque, si las utilizo sólo para el mundo
caeré en la simple actividad vacía de contenido
pero sin señales de eternidad.
Abriré mi corazón y, con él, mis entrañas
para que, en diálogo sincero contigo
me digas qué camino elegir
por dónde y cuándo avanzar
de que equivocaciones retornar
y en qué he de cimentar mi vivir.

¡A TIEMPO Y A DESTIEMPO!
Aunque, a primera vista no exista respuesta,
seguiré rezando y hablando contigo
Aunque, pasen los días, y las nubes sigan presentes
Aunque, discurran las noches, y las estrellas no brillen
Aunque, amanezca la aurora, y el rocío no me sorprenda
Aunque pida calma, y las tormentas, asolen mi alma

¡A TIEMPO Y A DESTIEMPO!
Confiaré en Ti, Señor, porque eres palabra que nunca falla
Eres tesoro y eres vida, eres ilusión y eres esperanza
Eres futuro y eres presente
Eres amigo que, en la oración, consuela, levanta
anima, recompone, fortalece y se entrega
Contigo, Señor, hasta la muerte
Contigo, Señor, a tiempo y destiempo
Amén

DIA DE LOS ABUELOS...

DIA DE LOS ABUELOS...

VIERNES. SANTOS JOAQUÍN y ANA, padres de la bienaventurada Virgen María, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

 

Leccionario: Vol. III-impar

  • Éx 20, 1-17. La ley se dio por medio de Moisés.
  • Sal 18. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
  • Mt 13, 18-23.El que escucha la palabra y la entiende, ese da fruto.

Orar...

Orar...

ENSÉÑANOS A REZAR
No solamente a celebrar la fe. También a hablar contigo
ENSÉÑANOS A REZAR
No solamente a trabajar por los demás. También a estar contigo
ENSÉÑANOS A REZAR
No sólo a pensar en nosotros. También a pensar en los demás.
ENSÉÑANOS A REZAR
Que no nos aislemos de la fuerza del cielo
ENSÉÑANOS A REZAR
Que no nos alejemos de la fuerza de la oración
ENSÉÑANOS A REZAR
Que confiemos en el poder de la oración
ENSÉÑANOS A REZAR
Amén

Buen dia... (de Alforjas de pastoral)

Buen dia... (de Alforjas de pastoral)

Comentario del 23 de julio

El pasaje evangélico de este día nos presenta una nueva alegoría, esta vez tomada del mundo vegetal, pero no menos significativa, para describir la relación de Cristo con nosotros: como la de los sarmientos con la vid. El contexto histórico-geográfico en que vive Jesús (una tierra de viñedos) le proporciona el símil: Yo soy la verdadera vid y vosotros los sarmientos. Sólo da fruto el sarmiento que permanece unido a la cepa. Esta unión, para que sea realmente fructífera, no puede ser una unión casual, esporádica o accidental; ha de ser una unión permanente y que permita la comunicación de la savia, que es el alimento y la vida del sarmiento. Sólo un sarmiento vivo –y la vida le llega al sarmiento por la unión con la cepa- puede fructificar, esto es, dar de sí aquello para lo que ha sido capacitado.

Un nuevo domingo

Un nuevo domingo

21 de julio

 

De la desconfianza a la hospitalidad

      Nuestra cultura es cada vez más desconfiada. Todo lo que sea extraño nos resulta una amenaza. En algunos barrios de las grandes ciudades se ven letreros en las casas donde se avisa de que se llamará a la policía si se ven extraños caminando por la calle. Nuestras casas son cada vez menos abiertas pero también lo son nuestros barrios y nuestras ciudades y nuestros países. La llegada de inmigrantes en busca de trabajo crea desconfianza e inseguridad entre los que ya viven en el país. En general, todo lo que sea extraño y que se salga de lo habitual nos hace sentirnos inseguros y amenazados. Por eso, y no por otra razón, es por lo que aumenta la violencia. A esa violencia se responde con más violencia –aunque en algún caso sea defensiva– y así va creciendo la espiral de la desconfianza, la violencia.

      La propuesta de las lecturas de hoy es otra bien distinta. En línea con el mensaje evangélico del Reino de Dios. Se nos habla de la hospitalidad. La primera lectura, del libro del Génesis, nos muestra a Abrahán, el patriarca, que no sólo acoge a los que le piden hospitalidad sino que suplica a aquellos tres hombres que se queden en su casa y que coman de su mesa. La hospitalidad para aquellos pueblos era un deber sagrado y al visitante se le debía todo el respeto del mundo. Era como si fuera el mismo Dios el que visitaba la casa. Al texto del Evangelio se le han dado muchas explicaciones, pero generalmente se nos ha olvidado la más sencilla: Marta y María acogieron al Señor en su casa. Ese es el punto de partida sin el que aquel pequeño rifi-rafe entre Marta y María nunca habría sucedido. 

      Hoy tendríamos que recuperar la virtud de la hospitalidad. Frente a los vecinos del piso o apartamento de enfrente. Pero también frente a los vecinos del sur que llaman a las puertas de nuestra nación pidiendo un trabajo que les asegure el pan y el futuro a ellos y a sus familias. También frente a los que no creen en nuestra misma religión y frente a los que no pertenecen a nuestra raza ni hablan nuestra lengua. Todos somos hermanos y hermanas. Todos pertenecemos a la familia de Dios. La encarnación de Jesús ha convertido a cada hombre y mujer en el mejor y más pleno sacramento de la presencia de Dios entre nosotros. Acogerlo, compartir con él o con ella lo que tenemos significa acoger al mismo Dios que nos viene a visitar, hacer realidad el Reino en nuestro mundo, dar cumplimiento a la voluntad de Dios que quiere que todos nos sentemos a la misma mesa para compartir la vida que él nos ha regalado. Sólo la hospitalidad, la acogida sincera y abierta, la mano tendida, logrará unir un mundo roto y dividido que parece que sólo es capaz de generar desconfianza y violencia.

 

Para la reflexión

      ¿Cómo miras y valoras a los que no pertenecen a tu familia, a tu nación, a tu raza? ¿Das por sentado que son peores que los tuyos? ¿Qué valores positivos encuentras en ellos? ¿Qué podrías hacer para establecer relación o amistad con algunos de ellos? ¿Crees que te ayudaría a romper la desconfianza y vencer los prejuicios?

Fernando Torres, cmf